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lunes, 22 de abril de 2019

El otro día se incendió la catedral de Notre Dame de París y aluciné con las cosas que empezó a publicar la gente... Hablo de perlas como "la única iglesia que ilumina es la que arde" y cosas del estilo. Me dio una mezcla de pena y asco que me puso de bastante mal humor. Me pareció que a la gente se le estaba yendo demasiado... Nunca me había sentido tan lejos de las personas que, al menos en la teoría, están más cerca ideológicamente de mí. Creo que en esta vida hay que saber separar y no puede ser motivo de alegría o regocijo que se incendie un edificio que empezó a construirse en el siglo XII y que es uno de los primeros ejemplos del Gótico. Si para demostrar que eres muy ateo o muy anticlerical tienes que alegrarte de la pérdida del patrimonio histórico y artístico... algo va mal. 
Me siento rarísima diciendo esto porque normalmente yo me posiciono en todos los radicalismos en contra de la Iglesia y del conservadurismo. Para mí, el problema estriba en que en esta ocasión no era la Iglesia como institución quien se estaba quemando sino una iglesia que es Historia y, además, una maravilla arquitectónica y artística. 
Ahora bien... estaba yo en este cabreo cuando vi cómo empezaron a llover las donaciones millonarias para su reparación y entonces me surgió la duda de cuánto sentido puede tener gastarse tanto dinero en algo que ya se ha perdido... Una vez más, vi a muchas personas compartir imágenes y textos criticando, pero en esta ocasiones me sentí más cercana (muchísimo más) a las críticas: ahora sí les veía el sentido. ¿Cómo pueden gastarse millones y millones en algo material cuando el mundo está a la mierda? Claramente, la pobreza de la mayoría de la población es una decisión política. Si hay dinero para unas cosas, debería haberlo para las otras, ¿no? Obviamente, a la hora de elegir dónde se ponen el foco y el dinero hay unos súper intereses políticos. Hay poca gente (que a la vez es demasiada) dominando el mundo y teniendo unos intereses claros: que todo siga como está. Siria, Palestina, Mali, Haití o El Congo interesan poco cuando la cosa va de invertir un pastizal...
Para terminar, he de añadir que también leí un "meme" que compartía un compañero de la facultad que decía así:
"Si no se hubiese quemado Notre Dame, habrías pasado otro día sin importarte Siria, Gaza, Libia, Yemen, Haití y África. Solo te importan cuando algo malo pasa en Occidente para quejarte hipócricamente de que "nadie hace nada" cuando tú haces exactamente eso". 
El aluvión de "memes", textos, imágenes y dibujos compartidos en las redes sociales sobre este tema me ha hecho pensar bastante sobre diferentes asuntos e ir dando ciertos bandazos... Según lo leí, me gustó por lo que dice acerca de la hipocresía con la que nos preocupamos a medias y a ratos sobre los problemas del mundo que nos son ajenos. Después, me pareció bastante injusto porque todo el mundo tiene derecho a quejarse cuando quiera de lo que quiera si tiene argumentos para ello. ¿Qué podríamos hacer desde nuestras casas o en nuestras calles para acabar con las desigualdades y los problemas que nos pillan lejos? Desde luego, hablar sobre ellos ya es algo mejor que no hacer nada... ¿no?
En definitiva, me apesta que haya que alegrarse de que se queme una iglesia (¡semejante obra de arte!) para ser más atea que nadie (separar...); me cabrea que se destinen cantidades ingentes de dinero al arreglo de la misma (porque hay dinero para unas cosas sí... para otras no...) y me inquieta la idea de que quepa la posibilidad de que sea hipócrita acordarse de los problemas que nos pillan lejos en según qué momentos... y que eso legitime la crítica a la crítica.
Al final, me parece que mucho de esto está relacionado con el capitalismo como sistema económico. Criticamos hechos concretos que son, en verdad, ejemplos de la lógica capitalista.

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