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miércoles, 23 de octubre de 2013

El amor en estos tiempos es complicado. Y lo es porque viene cargando mucha mierda desde hace mucho.
Pero debería ser simple, sencillo, agradable. Claro está que me refiero al amor parejil, al mal llamado amor romántico. Y digo "mal llamado" porque precisamente eso es lo primero que nos mata: el romanticismo tal como lo hemos aprendido, tal como lo concibe esta sociedad.
Ni siquiera sé qué es enamorarse. Es un tema complicado sobre el que no sé si quiero o puedo hablar ahora. Pero es cierto que sentirse bien junto a una persona puede ser una oportunidad, puede abrirnos un mundo lleno de posibilidades. Y eso es bueno, claro. Pero el romanticimos patriarcal, el amor romántico como está concebido y como parece que ha de ser, nos encierra, nos cohíbe, nos hace sufrir, no nos deja ser libres y la libertad es lo más importante que tiene o ha de tener el ser humano. La libertad es lo único que nunca debería perderse y parece que es lo que este sistema se ha propuesto arrebatarnos.
El amor romántico, decía, nos hace sufrir. Está cargado de promesas que nos frustran; de prohibiciones que nos sujetan y nos atan; de divisiones que no existen, pero que nos separan. Quiero llegar al hecho de que nada de esto es casual. Todo esto está relacionado con nuestro sistema. Me refiero a nuestro sistema económico y político.
Los celos, el exceso de apego, los miedos al abandono, las relaciones de dependencia...¿qué te voy a contar?

Tenemos que luchar por conseguir liberarnos de las ataduras que nos impone el capitalismo patriarcal. Y me toca el coño parecer panfletaria, dogmática, categórica o resabida.
Nuestros corazones, nuestro deseo y nuestra forma de (bien) amar deben sobrepasar las imposiciones del mundo.
No sé si seremos capaces, si podremos, si ganaremos. Pero supongo que cada día es un triunfo cuando se lucha por aquello en lo que se cree. La utopía es algo así como el camino que nos conduce hacia un objetivo que puede tornarse real aunque parecía imposible.

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