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martes, 28 de septiembre de 2010

Igual pensais que me he acostumbrado a contar mi vida, pero la historia de hoy bien merece ser relatada.
Esta tarde he ido a la presentación del Máster y cuando he vuelto a casa, tranquilamente, he cogido las patatas con tomate que habían sobrado al mediodía y cervecita con limón en mano me he dispuesto al jardín para sentarme un rato al sol y sentir cómo sus buenas ondas hacían mella en mí. Pocas cosas hay tan relajantes en el día a día, sobre todo en este tiempo (cuando el sol ya no calienta en exceso pero tampoco falta su calor), como sentarse frente a él y dejar pasar el tiempo pensando y disfrutando de esta armonía.
Al salir, me he sentado en una silla y cuando no había dado ni un trago a la cerveza y apenas sí me había comido dos patatas, he visto algo extraño en el suelo. Me he acercado y he podido comprobar, para mi verdadero horror, que se trataba de una bolsa de plástico bastante pequeña (más o menos el doble de grande que las típicas bolsas de chucherías pero con esa misma forma) con TRES PECES VIVOS, intentando nadar en un agua repugnante. Como imaginaréis, apenas podían moverse, pues el espacio era tan reducido que se daban unos con otros. La ansiedad que me ha causado verlos a los tres intentando en vano nadar o hacer algún movimiento, abriendo y cerrando las bocas como si pidieran auxilio...Además, la bolsa estaba cerrada con unas gomas, de modo que la sensación claustrofóbica era mayor aún, si es que eso es posible. Me he colisionado. Me han dado una pena terrible y a punto de llorar he entrado con la bolsa en casa sin saber qué hacer. No puedo entender cómo a alguien le puede gustar ver a unos animalillos encerrados. No puedo entender qué tipo de persona ha tirado esa bolsa por encima de mi valla.
Finalmente, he decidido llenar la bañera de agua y soltarlos, pero me ha surgido otra duda: ¿qué temperatura de agua necesitarían? Obviamente, en internet, que se cree que tiene respuesta para todo, era imposible encontrar nada, pues son unos peces de lo más común y yo, como supondréis, no entiendo de peces (y menos de peces de pecera, de peces esclavos, de peces presos), así que las típicas fotos no me iban a valer para nada. Horrorizada por sus movimientos (o mejor dicho, por sus amagos de movimiento y sus caras) he decidido arriesgarme, pensando que lo peor que podía pasarles ya les había pasado. He puesto el agua a temperatura media (ligeramente templada) y los he soltado. Horror. Me ha dado pánico creer que podía matarlos. Les he echado unas migas de pan y al principio se han quedado muy quietos pero poco a poco parece que se mueven algo más y dos de ellos se acercan tímidamente al pan, lo olisquean e incluso lo prueban. Pobrecillos...pero qué rabia me da sentir pena...Nadie (incluyo a todos los animales, humanos o no humanos) debería ser digno de lástima. Mierda de mundo.
Aunque no lo hayáis notado, esta redacción ha sufrido un parón. He ido a ver cómo siguen y parece que todo está bien. No saben la suerte que han tenido. Tardaré lo menos posible en enterarme de qué tipo de peces son o dónde pueden vivir en libertad. EN LIBERTAD.
LIBRES

1 comentario:

Laietti dijo...

A ver cómo acaba la historia... almenos se han encontrado a alguien en su camino que les está dando otra oportunidad.

Recuerdo cuando era pequeña que en las fiestas de los pueblos a veces te regalaban un pez naranja en una bolsa de plástico si ganabas puntos al tiro. Nunca entendí quién coño quería un pez en una bolsa. Tampoco entiendo muy bien la figura de un pez en una pecera. Así como la figura de un pájaro en una jaula... Tiene tan poco sentido como un secuestro, que a fin de cuentas es lo que viene a ser.

Nos gusta demasiado encerrar seres para sentirnos dueños y señores de éstos. Y luego nos quejamos porque no nos gusta que nos encierren a nosotros...