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viernes, 29 de mayo de 2009

No me gusta la gente como vosotros. Es más, me apesta la gente como vosotros.
"De algo hay que vivir"."Sí, se puede vivir de la bondad, de la honradez, de la amistad, de la ternura, del amor..."
¿Dónde crees que vas con un sandwich espachurrado envuento en papel aluminio a las once de la mañana junto al periódico "As"?
Esos son tus intereses...Tenía que haberlo temido según te ví llegar. Lo temí, sí. Acerté, claro.
No, no nos vamos a uniformar todos para que la justicia no nos tome presos. No. Tenemos personalidad. La personalidad hace a las personas. Las personas como tú, como vosotros, como ellos, no tienen personalidad. No se plantean las cosas. No piensan.
Es cierto. Hay gente que no piensa. No los culpo, no los recrimino. Sólo querría que se dieran cuenta. Sólo querría que se dieran cuenta de que su mundo apesta. ¿Cómo se darían cuenta? Con interés, con ganas, con intención. Pensar. Sólo es eso...¡todo eso!
Nunca nadie tiene toda la razón, nunca. Normalmente, cuando no creo en algo, simplemente lo ignoro. Ignoro a Dios y las crisis económicas. Pero tú eres la excepción que confirma la regla. Tú y los tuyos, tú y los que son como tú. No me gustais y aunque no creo en lo que vosotros creeis, no puedo ignorar vuestra presencia, vuestra existencia, vuestro dominio. ¡Vuestro dominio es nuestra perdición! ¿Cómo puede alguien impartir justicia? No, no creo en la justicia. Obviamente, no creo en la justicia. Y no creo en los que la practican como forma de vida.
Si mi vida consistiera en decidir quién lleva razón, quién miente y a quién arruino su vida, moriría. Supongo que antes de morir, dejaría de dormir por las noches, por las mañanas vagaría como alma en pena, por las tardes lloraría...y un día moriría. Moriría agotada, caduca, culpable...Moriría sabiendo que la única culpable de verdad, la única que no puede escapar a la probidad mundial, habría sido yo hasta ese último momento antes de consumirme como se consumen las gotas del rocío cuando sale el sol.
No me gustas, no me gustáis. Me apestais. Y no quiero que me apesteis, quiero poder hacer frente a la situación con mesura, con compostura, con ideas, con argumentos a volumen normal. Nunca gritar, siempre dialogar...
Pero ¿cómo dialogar con quién te habla desde arriba? Las conversaciones, como las relaciones en general, han de darse de igual a igual. Siempre de igual a igual. Yo no puedo competir contra seres inferiores intelectual y moralmente pero superiores para y por la sociedad. No puedo.
No quiero sentir asco por el mundo. Nunca me ha motivado el asco, menos el rencor, aún menos el odio. Pero siento que llega un punto en que ciertos pesares duelen; duelen como si se clavasen, como si no fueran a salir...¡Ah! malditos pesares...Creerán que van a poder conmigo. Ingenuos.
Con nosotras no puede nadie porque tenemos una idea de igualdad que sólo quiere para todas lo mismo. Todas, todos, semejantes; todas, todos, iguales a efectos vitales.
Ya, por favor.

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