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martes, 14 de abril de 2009

Su cumpleaños siempre le había resultado una fecha especial. Sin necesidad de grandes celebraciones ni eventos y sin necesitar tampoco el reconocimiento ajeno, cada año esperaba la fecha en que cumplía doce meses más en la tierra; sonrisa y alegría de vivir, esperaba ansiosa el día.
Aquel año, poco antes de cumplir los veintidós, decidió que quería algo especial para el 4 de junio, ¿por qué no?
Siempre había querido, amado más bien, adorado incluso, a su madre, una mujer luchadora y constante, y la idea de pasar tan importante fecha junto a ella, alejada del mundo diario, le pareció buena.
Desde el momento en que la idea cobró forma, tomó aspecto de realidad y se transformó en un hecho seguro, tomó la decisión de viajar cada año por su cumpleaños.

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