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miércoles, 18 de febrero de 2009

Estrella nació por la noche.
Tenía la cara redonda y el corazón cuadrado. A base de desencantos y desilusiones sus órganos iban tomando la forma de las cosas que pierden el sentido.
No tenía familia y su casa tenía el tamaño de una caja de cerillas. Quizá era por esto que fumaba mucho, fumaba sin parar. En una ocasión un señor le había dicho al verla fumar apasionadamente en una cafetería que si seguía así aquello acabaría mal. Ella ni lo miró. Siguió deleitándose y observando la forma del humo que salía por su boca.
A menudo salía de casa las tardes de lluvia sin paraguas ni destino y caminaba hasta empaparse. Entonces cogía el metro y volvía, se sentaba en el sillón y leía. No recordaba cuándo adquirió esta costumbre pero ahora era casi un hábito inamovible.
Los domingos por la mañana disfrutaba de la cama hasta altas horas y luego tomaba café, siempre solo.
Nadie sabía a qué se dedicaba, quizá tampoco ella lo sabía.

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