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lunes, 2 de noviembre de 2015

Tengo canas. Muchas. Y me gustan. Mucho. Me gustan porque son yo, porque simbolizan el paso del tiempo y mis aprendizajes. Me gustan porque forman parte de mí.
A veces me cansa que todos los días alguien tenga que decir algo sobre ellas, pero a la vez tengo que reconocer que me hace gracia. Llaman la atención. Os llaman la atención. Supongo que es normal, porque la gente considera que soy joven para tener tantas. Curiosas categorías esas de "joven" y "viejo". De vez en cuando pienso que el día en que mis canas dejen de llamar la atención, entonces podré saber que ya soy vieja a ojos de la sociedad. Mientras, se supone que no debería tenerlas. O debería taparlas. Eso sí me toca la moral, ¿sabéis? ¿Taparlas? ¿Pero quién se ha creído que es para recomendarme un baño de color, un tinte o cualquier mierda de ese tipo? ¿Verdad que a los hombres no les recomiendan que se tiñan aunque tengan muchas canas? Ay, cómo soy, ya estoy exagerando con que la sociedad da y espera lo mismo de los hombres que de las mujeres...


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