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sábado, 25 de mayo de 2013

En muchas ocasiones, conducir me relaja.
Cuando conduzco sola, estoy sola con mis pensamientos, todos en movimiento. Es como si el movimiento del coche moviera mis pensamientos. Me ayuda. Yo también me muevo. Nos moviemos mis pensamientos, el coche y yo.
Otras veces me sirve para desconectar. Mente en blanco. Pensamientos parados, desaparecidos. Escondidos, supongo. Tiempo para mí.
Tengo la capacidad de hacer ambas cosas, pero no a la vez, claro está. Todavía no sé si soy yo quien elige pensar o dejar la mente en blanco. En cualquier caso, ambas situaciones me gustan y me aportan lo que necesito en ese momento.
A la vez, me siento libre e independiente. Autónoma.
Sí, me gusta conducir.

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