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viernes, 3 de julio de 2009

Duermo y respiro. Suave. A veces me gustan las cosas suaves.
El calor es asfixiante, pero trato de olvidarlo. Te tengo a mi lado, más calor aún. No importa, nada importa. Sólo los cuerpos importan en estos momentos.
Despierto y respiro. Suave. A veces me gustan las cosas suaves.
Me ha despertado el calor, pero lo ignoro. Te tengo a mi lado, qué calor, pero no importa, ¿por qué iba a importar? En verano hace calor, es verano. Me gusta el verano.
A veces, pienso en las estaciones del año y en cómo condicionan mi estado de ánimo.
Sudo y aún así me encanta el verano.
Despierto junto a tí, el calor tiene la culpa, y aprovecho para besarte. Te mueves, ay, qué calor, y sonríes en sueños. No sé qué estarás soñando y sin duda hemos pasado una noche pegajosa, pero sonríes. Crees que las cosas no te van del todo bien pero sonríes. Sabes que vienen tiempos duros (¿qué son tiempos duros? lo serán si les dejamos serlo) pero sonríes. Y yo, una pierna sobre tí, ay, qué calor, me quedo con esa sonrisa a medias entre la conciencia y la inconsciencia. Entonces, como si el calor, el tiempo y el espacio fueran algo inexistente en la extensión que nos separa, te abrazo, sonrío, te vuelvo a besar y me vuelvo a dormir. Suave.

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