Extraños en la noche. Eso pensó. Tal cantidad de pensamientos, muchos encontrados, no eran habituales a semejante hora intempestiva. Las sábanas se pegaban a su cuerpo haciéndolo presa de la cama como las ideas se negaban a abandonar su cabeza, convirtiéndolo en presa de sí mismo.
La inquietud comenzó a convertirse en angustia y la angustia en terror.
Bebió agua. Fría.
Se metió de nuevo en la cama, cerró los ojos, hizo que dormía. Trató de engañarse a sí mismo como antaño lo hiciera el otro. El otro.
Durmió.
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