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lunes, 30 de marzo de 2009

...sueños de todos

La vía estaba llena de coches y de gente. El ruido lo inundaba todo con esta peculiaridad del rumor de las ciudades, que a veces es molesto, a veces encantador. Las calles gritan, lloran, ríen y hasta jadean.
El mismo camino, a la misma hora, puede resultar increíblemente diferente en función del ánimo que se tenga.
Por aquella calle pasaba una señora con piernas largas y brazos cortos, los labios pintados y sonrisa marcándolos; en dirección contraria por la misma acera, un chico moreno, alto y con cara de disfrutar mucho la vida. Se miraron.
Augusto tenía ganas de vivir. La vida le parecía un regalo maravilloso y nunca había dudado esto ni un segundo. Se sentía orgulloso de respirar y cada vez que lo hacía se le hinchaban los pulmones y le ardía el corazón.
Caminaba con una carpeta en una mano y un paquete de forma alargada en la otra.
Llovía, lo cual contribuía a dar un carácter sórdido al aspecto que presentaba el panorama, pero esto no parecía ir con él. Lloviera o no él siempre sonreía y arrastraba los pies un segundo para saltar al siguiente.
Andar. Disfrutaba de cada paso. La libertad.

2 comentarios:

Acuarius dijo...

Si...luz...para ti...la misma que la del corazón de Augusto, esa que ardia en su interior mientras este respiraba tranquilamente y sonreia a la vida bajo cualquier estación.

Dara dijo...

A Cat le fascinan las calles que jadean.




un miau con una caperuza roja