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sábado, 28 de febrero de 2009

Ya te has ido. Ayer te marchaste.
Sé que leerás esto. No sé si comentarás...
Sé que me sigues en silencio. Sé que el silencio es maravilloso...
Una mañana cualquiera, 27, sí, pero podía haber sido 12 o incluso 24, veinticuatro...
Veinticuatro son los años que vas a cumplir, veinticuatro es el número que ha marcado gran parte de mi vida, veinticuatro años, días, meses, palomas o amores...
Una mañana cualquiera, decía, me besas y te marchas. La distancia no nos separa, tampoco el corazón...nos separa quizá el tiempo. Sólo el tiempo se interpone entre nosotros, pero tampoco demasiado. Sabes que pronto estamos juntos de nuevo. Y Florencia. Cómo no, Florencia...o Venecia, qué más da.
Los colores que quedan entre nosotros son el blanco de las paredes de las habitaciones que hemos compartido, el negro de las espirales de mi colcha, el marrón de tus ojos (y qué pestañas...), el verde de tu coche o el azul del mío, el beige de la fachada del Museo del Prado o el de la del Thyssen (de nuevo, qué más da), el verde de la esperanza, el rojo de la pasión...
Los puntos suspensivos que siempre quieren más, los dos puntos que siempre van seguidos de otro mensaje fascinante, cualquier canción de esas que pones, cualquier sonido de esos que hemos escuchado juntos, cualquier sonrisa, cualquier beso....
Espero con calma pero ansia en según qué momentos tus brazos de nuevo, tus manos de nuevo, tu cuerpo de nuevo, tu mirada de nuevo...
Mientras tanto, tu vida, mi vida, la vida.
Pintar, seguir...
El Bosco, el Tesoro Real, Diego de Siloé, la memoria del campamento, el Reina Sofía...
El día en que te tenga de nuevo no pienso soltarte en muchas horas.
Me muero por gemir a tu lado...

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